Objetivo de Desarrollo Sostenible Número 10: Reducir la desigualdad en y entre los países
El Objetivo
de Desarrollo Sostenible (ODS) Número 10 tiene el propósito de Reducir
la desigualdad en y entre los países. Aunque se ha logrado que países en
desarrollo disminuyan sus niveles de pobreza, todavía existe una disparidad en
la falta de acceso a servicios de salud, educación y alimentación, entro otros.
También sigue habiendo una marcada disparidad de ingresos en las sociedades
dentro de los mismos países en desarrollo. Debido a estas razones, para cumplir
el objetivo se recomienda que implanten políticas universales y medidas
económicas que aumenten gradualmente los ingresos de las poblaciones
vulnerables y marginadas y que garanticen que las personas puedan tener una
buena calidad de vida sin que se les discrimine por motivo de raza, religión, nacionalidad
o género. De acuerdo con la descripción del objetivo, es crucial que dichas
políticas y medidas cumplan con los tres criterios para el desarrollo
sostenible: económico, social y ambiental.
Para
explorar el tema de la desigualdad en esta entrada se analizará el contenido
del artículo titulado Does Inequality cause suicide, drug
abuse and mental illness? Este fue publicado en la versión digital de la
revista The Economist. Cabe mencionar que la foto utilizada como parte de este
post está originalmente incluida en el artículo para evidenciar la desigualdad
entre personas de la misma sociedad. El
artículo es una crítica del libro The Inner Level: How More Equal
Societies Reduce Stress, Restore Sanity and Improve Everyone’s Well-being. Dicho libro será
publicado en enero de 2019 por Richard Wilkinson and Kate Pickett, quienes han
hecho otras publicaciones relacionadas al tema de la desigualdad. Según indica
el artículo, el argumento principal del libro es que la desigualdad y la
distribución inequitativa de los ingresos son factores críticos que afectan
negativamente la salud mental de la sociedad. Wilkinson y Pickett recalcan que
la ansiedad disminuye cuando el ingreso aumenta, pero en los países con más
desigualdad los niveles de ansiedad incrementan en el 10 % más pobre de
la población. La ansiedad ha causado problemas de depresión, esquizofrenia,
abuso de drogas y alcohol, adicción a juegos de azar, entre otras condiciones.
Los autores también exponen que la diferencia marcada de ingresos entre
sectores de la población tiene efectos significativos en la salud mental al
compararse poblaciones dentro y entre distintos países. Esto coincide con la
descripción del ODS 10, el cual plantea que a pesar de que la
desigualdad de ingresos entre los países se ha reducido, dentro de los mismos
países ha incrementado.
Los autores también indican que la desigualdad impacta negativamente el nivel de respeto que las personas tiene de sí mismas y el sentido de estimación a otros miembros de la comunidad según el nivel jerárquico al que pertenecen en la sociedad. Además, los autores mencionan datos de encuestas las cuales indican que las personas adineradas “son generalmente menos empáticas y más propensas a pensar que se merecen trato especial” (The Economist, 2018, junio 14, párr. 12). Por lo tanto, se resalta que “el capitalismo moderno” promueve “una falta de sentimientos” al conducir negocios y demonstrar explícitamente el poder económico (The Economist, 2018, junio 14, párr. 12). La cohesión social es menor en las sociedades donde hay más desigualdad debido a que hay “menos disposición de ayudar a los demás, niveles más bajos de confianza y participación más baja en grupos cívicos” (The Economist, 2018, junio 14, párr. 16). Otros factores que contribuyen a disminuir la cohesión social son la gobernanza deficiente y la corrupción. Por lo tanto, los autores argumentan que lo más idóneo sería vivir en un mundo en el cual las comunidades ayuden a los individuos a mejorar su calidad de vida. Para ilustrar este planteamiento se utiliza el ejemplo del modelo de los países Nórdicos, los cuales producen niveles altos de ingresos y niveles bajos de desigualdad. Wilkison & Pickett sugieren algunas alternativas de implantar políticas sociales para reducir la desigualdad tales como tener empresas que sean manejadas por empleados en modo de cooperativas.
No obstante, la revista aclara que “revertir el ciclo de desgaste institucional, desigualdad creciente y angustia mental” implicaría una reorganización mucho más amplia nivel social y cívico (The Economist, 2018, junio 14, párr. 18). Inclusive, al puntualizar el artículo se hace mención de la importancia de los movimientos sociales en la historia estadounidense para generar la creación de reformas sociales, políticas y económicas. Los autores resaltan que estos eventos se dieron por medio de la movilización de la clase trabajadora, la cual estaba impulsada por “un sentido de propósito” para que se le respetaran sus derechos (The Economist, 2018, junio 14, párr. 19). Estos planteamientos se relacionan con los argumentos de Netto (1997), Pastorini (1999) y Dalla Costa (2009), quienes declaran que las políticas sociales han sido el producto de las luchas de clases históricamente tanto en Estados Unidos y Puerto Rico como a nivel internacional. En estos movimientos se crearon alianzas con otros sectores de la sociedad que participaron en los mismos como es el caso del movimiento de los derechos civiles de los años sesenta y el movimiento obrero en Puerto Rico en los años veinte y treinta. Sin embargo, además de utilizarse como un instrumento de reclamo de derechos, las políticas sociales también pueden ser utilizadas por el Estado como un mecanismo de control social para proteger los intereses de la burguesía y el capitalismo. Por lo tanto, los trabajadores sociales debemos tomar en cuenta que para reducir la desigualdad se requeriría un alto sentido de compromiso y un amplio nivel de participación de parte de diferentes sectores cívicos para facilitar la implantación de políticas sociales a nivel nacional e internacional.
Los autores también indican que la desigualdad impacta negativamente el nivel de respeto que las personas tiene de sí mismas y el sentido de estimación a otros miembros de la comunidad según el nivel jerárquico al que pertenecen en la sociedad. Además, los autores mencionan datos de encuestas las cuales indican que las personas adineradas “son generalmente menos empáticas y más propensas a pensar que se merecen trato especial” (The Economist, 2018, junio 14, párr. 12). Por lo tanto, se resalta que “el capitalismo moderno” promueve “una falta de sentimientos” al conducir negocios y demonstrar explícitamente el poder económico (The Economist, 2018, junio 14, párr. 12). La cohesión social es menor en las sociedades donde hay más desigualdad debido a que hay “menos disposición de ayudar a los demás, niveles más bajos de confianza y participación más baja en grupos cívicos” (The Economist, 2018, junio 14, párr. 16). Otros factores que contribuyen a disminuir la cohesión social son la gobernanza deficiente y la corrupción. Por lo tanto, los autores argumentan que lo más idóneo sería vivir en un mundo en el cual las comunidades ayuden a los individuos a mejorar su calidad de vida. Para ilustrar este planteamiento se utiliza el ejemplo del modelo de los países Nórdicos, los cuales producen niveles altos de ingresos y niveles bajos de desigualdad. Wilkison & Pickett sugieren algunas alternativas de implantar políticas sociales para reducir la desigualdad tales como tener empresas que sean manejadas por empleados en modo de cooperativas.
No obstante, la revista aclara que “revertir el ciclo de desgaste institucional, desigualdad creciente y angustia mental” implicaría una reorganización mucho más amplia nivel social y cívico (The Economist, 2018, junio 14, párr. 18). Inclusive, al puntualizar el artículo se hace mención de la importancia de los movimientos sociales en la historia estadounidense para generar la creación de reformas sociales, políticas y económicas. Los autores resaltan que estos eventos se dieron por medio de la movilización de la clase trabajadora, la cual estaba impulsada por “un sentido de propósito” para que se le respetaran sus derechos (The Economist, 2018, junio 14, párr. 19). Estos planteamientos se relacionan con los argumentos de Netto (1997), Pastorini (1999) y Dalla Costa (2009), quienes declaran que las políticas sociales han sido el producto de las luchas de clases históricamente tanto en Estados Unidos y Puerto Rico como a nivel internacional. En estos movimientos se crearon alianzas con otros sectores de la sociedad que participaron en los mismos como es el caso del movimiento de los derechos civiles de los años sesenta y el movimiento obrero en Puerto Rico en los años veinte y treinta. Sin embargo, además de utilizarse como un instrumento de reclamo de derechos, las políticas sociales también pueden ser utilizadas por el Estado como un mecanismo de control social para proteger los intereses de la burguesía y el capitalismo. Por lo tanto, los trabajadores sociales debemos tomar en cuenta que para reducir la desigualdad se requeriría un alto sentido de compromiso y un amplio nivel de participación de parte de diferentes sectores cívicos para facilitar la implantación de políticas sociales a nivel nacional e internacional.
Referencias:
Dalla Costa, Maríarosa (2009) Dinero, perlas y flores. Madrid, España: Ediciones Akal.
Does inequality
cause suicide, drug abuse and mental illness? (2018, Junio 14). En The Economist. Recuperado de
https://www.economist.com/books-and-arts/2018/06/14/does-inequality-cause-suicide-drug-abuse-and-mental-illness
Netto, José Paulo (1997) Capitalismo
Monopolista y Servicio Social. Biblioteca Latinoamericana de Servicio
Social. Brasil: Cortez Editora.
Pastorini, Alejandra (1999):
"La cuestión social y sus alteraciones en la contemporaneidad". En
Temas de Trabajo Social. FCS. Montevideo.
Es lamentable la desigualdad que existe en el mundo. Este articulo pone en evidencia que el modelo económico en el cual estamos sumergidos, lo que hace es empeorar más la situación. Esta desigualdad nos enferma y no tiene ninguna humanidad. Personalmente creo que se reduciría con la distribución de las riquezas de manera equitativa y justa. Que no existan monopolios, ni ser humano que tenga la mayor riqueza.
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ReplyDeleteDesafortunadamente, eso es lo que crea el capitalismo. Más desigualdad y pobreza en el mundo, mientras unos pocos son los que se quedan con las ganancias. La desigualdad atenta contra la dignidad humana, cómo es que mientras a unos/as les sobra que comer, otros ni piensan en comer porque no pueden. Es triste y a la misma vez frustrante, vivimos en una sociedad individualista, donde lo que importa es que cada cual tenga lo suyo, y el que no tiene, es porque no se quiso o porque es un vago.
DeleteMe encantó la información, esto crea conciencia de cómo nos vemos entre nosotros mismos como comunidad y sociedad. De esta manera es importante sensibilizar a los demás sobre la desigualdad social en que vivimos, en cómo nos vemos, nos tratamos y nos respetamos según la clase social al que pertenecemos. Personas que viven una vida de apariencias, lujo y complejo de ser parte de la élite a costa de estar en deudas financieras.Necesitamos más información como esta, por más educación para nuestras comunidades a los todos los niveles y en las escuelas sobre la desigualdad social en diferentes aspectos.
ReplyDeleteCuando hablamos de desigualdad por lo general nos enfocamos en aspectos como el poder de adquisición de algunos sectores en comparación con otros de menos recursos económicos. No obstante, la desigualdad no solo se manifiesta desde la esfera económica sino también desde otras dimensiones que hacen parte del entorno que delimita y lastimosamente define, las jerarquías sociales. Casi sin darnos cuenta, hemos internalizado muchas concepciones erróneas que motivan la desigualdad social que se hayan estrechamente relacionadas con la cultura, la etnia, la religión, la raza, la orientación sexual, la discapacidad y/o el origen nacional. Estas divisiones socieconómicas nos llevan a determinar cuáles países se dedican a la industria y cuales, a la agricultura, cuales son llamados del primer mundo y cuales tercermundistas. Si echamos un vistazo a la historia encontraremos que desde siempre han existido privilegios que demarcan las jerarquías sociales que varían de un país a otro e incluso de un continente a otro. Es por esto que se hace menester la observancia de nuestras propias concepciones, de nuestras posturas internalizadas disfrazadas de costumbres u otras excusas más. Sin salir de nuestro país un ejemplo de tales preconcepciones sociales lo encontramos en la inmigración y todas las preconcepciones que de ella se derivan. Color de piel, creencias religiosas, ideas políticas, costumbres, entre otras características definen tanto o más que la capacidad económica el grado de aceptación o rechazo que hagamos con quienes ingresan al país. Si cada uno nos encargáramos de provocar un cambio individual, poco a poco esta actitud se traduciría en un cambio en nuestra comunidad, grupo o colectivos sociales en vía de la erradicación del trato desfavorable, que nosotros, sí todos nosotros como sociedad, día a día seguimos patrocinando. El momento de provocar el cambio es ahora, el primer paso debemos darlo ya, y tras nosotros seguramente vendrán algunas otras personas más.
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